25 noviembre 2012

Noviembre


Lluvia, frío y... la Behobia-SS

Durante el mes de Noviembre se puede decir que los entrenamientos han ido de más a menos. Es cierto que el otoño siempre hace que tengas menos ganas de entrenar: días más cortos, sensación permanente de frío que en muchos casos hace que estés más cansado que de costumbre, la lluvia como compañera de viaje y recuperar la vida social que se queda en suspenso durante el verano por las vacaciones de todo el mundo no ayuda a tener ganas de entrenar.

El caso es que el mes empezaba con la carrera BBVA. En realidad no la iba a correr, ni se puede decir que el recorrido me apasionara: Hacer el Paseodelacastellanaarriba-Paseodelacastellanaabajo tenía poco de interesante, además que tampoco era un recorrido que me sirviera para preparar la que sería la gran prueba de Noviembre: La Behobia-San Sebastián. El caso es que el día, para terminar de animarme, amaneció gris plomizo y 20 minutos antes de la salida comenzó a caer una cortina de agua que nos acompañaría durante todo el recorrido.

Madrid siempre me parece vacía los domingos por la mañana. En realidad cualquier ciudad en la que he estado y donde he comenzado a andar por las calles a horas tempranas un domingo, parece desierta. Pero el hecho de que la Castellana sea una de las vías principales de la ciudad, con un gran número de oficinas (desiertas un domingo por la mañana) y que además se corría por los carriles centrales, con lo que los turistas y despistados que a esas horas nos miraban desde sus paraguas lo hacían desde más de 25 metros con un cierto aire de condescendencia y superioridad (Ver mojarse a alguien siempre tiene algo de penoso), no favorecían un ambiente competitivo.

La carrera no tuvo mayor historia, la subida progresiva hasta Plaza de Castilla desde antes de Cibeles la tengo muy trillada y no me cogía por sorpresa (Siempre hay gente que en estas carreras se da cuenta que la Castellana no es plana). La marca es lo de menos. 51 minutos, lo cual no era tan bueno como me esperaba pero tampoco tan malo como merecía por la desidia con la que me tomé la prueba.

La semana siguiente sí que era uno de esos fines de semana que uno se marca en el calendario desde meses antes. Hora de coger el coche el viernes, enfilar hacia el norte y aguardar con ilusión el domingo por la mañana. Tromba de agua en Aranda de las de tener que parar prácticamente el coche. Primeros comentarios de las acompañantes: "Si hace así el domingo, no irás a correr, ¿verdad?" Mejor no contestar, que los pronósticos dan aguaceros.

El sábado, igual que el año pasado, toca hacer turismo. La costa guipuzcoana está plagada de pueblos encantadores, donde perderse el sábado por la mañana a descubrir nuevos rincones, nuevos comercios y, sobre todo, nuevos restaurantes. Este año el viaje a SS para recoger el dorsal fue algo más temprano que el año pasado: El Kursaal estaba mejor ubicado para comenzar después a recorrer el casco viejo, mientras que Anoeta queda bastante más lejos. Además, la exposición del año pasado tenía cosas interesantes, este año el velódromo quedaba excesivamente grande para la cantidad de expositores que había y, además, no había demasiadas ofertas interesantes: Se nota que están más focalizados en hacer negocio con los extranjeros y con alguna compra impulsiva nacional.

El sábado por la noche tocaba también visitar a un amigo y antiguo participante (Su padre participó en las primeras ediciones): Lombana de Hondarribia. Me regaló el libro de la prueba con una amable dedicatoria y estuvimos repasando fotografías de sus años corriendo. Aunque dejó de hacerlo a finales de los 80 tenía aún un punto de orgullo por sus marcas y sus anécdotas. Es cierto, esta carrera te deja marcados muchos momentos.

Domingo por la mañana y la pregunta de siempre: ¿Desayuno mucho, poco o mediopensionista? Nunca sé que hacer. Las primeras lluvias comienzan a caer hacia las 09:30. Mala pinta. Mejor coger el equipo de lluvia y hacer caso de las peores predicciones.

Me dejan una hora antes de la primera salida (De la mía prefiero ni pensarlo, porque los dorsales naranja salimos casi los últimos). Mientras me acoplo a un grupo de corredores vascos que esperan bajo el alero de una caseta de la autopista, miro el reloj para ver si avanzan los minutos, pero sigue pasando el tiempo despacio. Nos dedicamos a buscar claros entre las nubes, un pasatiempo entretenido y que no conduce a ningún sitio porque cada vez llueve más.

Casi las 10:15. Me voy a acercar a la gasolinera para ver si localizo a los compañeros de Madrid con los que he quedado. Al igual que hago en la San Silvestre, siempre quedo en un sitio para luego no vernos. Lo dicho, no localizo a ninguno. Da igual, esta carrera cada uno la tiene que correr solo.

Llega mi salida y la lluvia empieza a dar tregua. Son las 11:17 y suena el Highway to hell de los AC/DC para darnos la salida. Esto sí que sube la moral. El speaker empieza la cuenta atrás para darnos salida y salimos más de 1.500 corredores por una carretera de no más de 5 metros de ancho.

Foto Behobia-SS. Fuente: http://comunidadbehobiass.ning.com/
Los primeros kilómetros distan mucho de ser un infierno. No hay lluvia, la gente habla y vamos entrando tranquilamente en Irún. Localizo cerca uno de las liebres de la carrera: 1 hora 50 min. No estaría mal. El año pasado llegué en 2 horas con unos calambrazos que no podía ni moverme. Me voy a acoplar al grupito y a ver cómo lo llevo.

Ya en el centro de Irún empiezan las primeras subidas, perdemos algún acompañante que claramente se da cuenta que aguantar el ritmo durante 16 km más es poco realista. El hombre que hace de liebre es bastante mayor, pero no para de dar consejos. Va relatando lo que nos espera por delante, da consejos sobre la forma de apoyar la planta del pie, alargar la zancada, dirigir la mirada... Está en todo. Se ve que va sobrado, hace hasta bromas.

Saliendo de Irún empiezo a hablar con una chica del Clínicas Menorca. Siempre está bien encontrarse con algún club conocido. Es su primera participación, me dice. Viene a pasárselo bien y disfrutar con el recorrido. La verdad es que acostumbrados a la meseta, el verde del Norte hace que sea extremadamente agradable el recorrido.

Sin darnos cuenta estamos ya enfilando el alto de Gaintxurizketa. Ojito con el puerto que se las trae. El grupo sigue tirando y llevo bien el ritmo. La liebre pide calma para que la gente no se queme pero yo decido adelantarme.

Llegamos al alto entre aplausos de espectadores (Con la que está cayendo y la gente ha venido, es impresionante). Cada vez encontramos más gente animando a conocidos, los corredores locales se van saludando y entramos en la zona de toboganes. Las rodillas sufren pero se puede decir que lo peor ha pasado.

Mientras pasan los puntos que recordaba del año pasado te das cuenta de que nada ha cambiado. Los mismos grupos animando en los mismos sitios. Los piratas en la primera cuesta tras Gaintxurizketa asegurándose de que no bajan los ánimos tras la dura prueba, la gente en el polígono industrial a las afueras de Lezo, la banda de niños tocando a la salida del puerto de Pasajes... Esto hace que la identidad de la carrera sea todavía mayor: Hasta los que van a animar se lo toman en serio.

La entrada en el puerto de Pasajes se caracteriza por dos cosas: se colocan los familiares de los presos con las fotografías y pancartas, y sabes que te tocan 3 km de aburrimiento hasta salir del puerto. Este año además con la lluvia y los railes, los tobillos peligraban más de lo aconsejable.

Sigo sacando algo de distancia al grupo de 1:50 y no llevo mala media en los últimos kilómetros. Se que a la salida del puerto me queda la subida al alto de la Cruz, con lo que voy reservando. El grupo pasa a mi lado antes de salir del puerto y me quedo cerrándolo. Vamos a ver si me llevan cómodo en esta última cuesta.

El alto de la Cruz no es tan agresivo como Gaintxurizketa, pero vas muy castigado. Además, no se ve el final de la cuesta porque zigzaguea y ya empieza a haber más edificios.

Ya me molesta todo, la gente que anima, la que no. Los que están fumando mientras nos ven pasar e incluso alguno con una litrona de cerveza. No me voy a parar, pero me cuesta un montón. Las rodillas ya protestan abiertamente y la sensación de ir muy despacio hace que la moral baje. Antes de llegar a coronar la cuesta, al lado de la gasolinera, el grupo me deja atrás y voy haciendo la goma durante el siguiente kilómetro.

La bajada para entrar en San Sebastián debe ser una parte para ir disfrutando, pero yo recuerdo seguir pasándolo igual de mal que en la cuesta anterior. Voy justito de fuerzas y sólo quiero acabar. 2 kilómetros y se acabó.

Cuando uno enfila el Kursaal y ve la Alameda al fondo, tiene un subidón. Así de simple. Si además parece que todo San Sebastián ha venido a animar a los corredores y la gente se agolpa contra las vallas para empujarte durante el último kilómetro; la verdad es que todos los males desaparecen.

Pequeñas metas: Pasar el siguiente arco publicitario, llegar a la entrada del Kursaal, llegar al inicio del puente del Kursaal, llegar al final del puente del Kursaal... Así te lo tienes que tomar para ir cogiendo inercia y tener una mejor sensación. Además hace ya algún kilómetro que empecé a hacer cálculos y mal se tiene que dar para que no mejore mi marca.

Finalmente llego en 1 hora 45 minutos. Mucho mejor de lo que esperaba. Todo el mundo me felicita, mi mujer, mis padres, Lombana... Ahora sólo pienso en lo difícil que me lo he puesto para el próximo año.


José Guillermo San Esteban
2º año Behobia-SS